Paso 3
Aceptar y Rechazar Caricias
Aceptar las caricias que deseamos y rechazar las que no deseamos
Así como todos necesitamos comida, también necesitamos caricias. Cuando carecemos de ellas, se pueden producir complicaciones. Es posible que nos confundamos respecto de qué caricias debemos aceptar y cuáles rechazar.
Usted desea recibir caricias, pero probablemente no logra la cantidad que desea sencillamente porque no sabe cómo obtenerlas. Todos necesitamos de las caricias tanto como de la comida.
Podemos estar hambrientos de caricias porque no las recibimos, pero también es posible que lo estemos porque rechacemos las que nos dan. Es posible que deseemos sólo algunas en particular y que chacemos todas las demás, desarrollando así una especie de anorexia de caricias, en la cual nos hambreamos voluntariamente.
Dadas ciertas objeciones internas, es posible que desdeñemos una parte o la mayoría de las caricias que nos otorgan. Es posible que:
Digamos “gracias” pero desdeñemos el elogio con una sonrisa o
Lo retribuyamos rápidamente, sin dejar que realmente nos llegue (“Gracias, creo que tus zapatos también son muy lindos”) o
Discutamos el elogio y lo minimicemos (“Pero no… si salvar tu vida fue muy fácil. Cualquiera lo hubiese hecho”).
Muy a menudo, el rechazo de una caricia es algo interno, aunque en lo exterior aparentemos aceptación.
En estos casos el rechazo se evidencia a través de gestos o actitudes físicas tales como encogerse de hombros, adoptar una mirada sombría, menear la cabeza o sonreír nerviosamente. Todos éstos son signos de que en realidad estamos aceptando la caricia sólo en forma ficticia. Internamente, en realidad estamos escuchando a nuestro Padre Crítico, que nos dice que no deberíamos aceptarla.
Cuando nos dicen que somos bellos, apasionados, inteligentes, graciosos, profundos, compasivos, carismáticos o generosos, nuestro Padre Crítico nos impide disfrutar del elogio argumentando que:
Esa persona no nos conoce lo suficiente y no debemos tomarlo seriamente.
Aun cuando la persona nos conozca, hay en nosotros algo oculto y sombrío que hace que no seamos merecedores de lo que nos dicen.
- Esa caricia es tan sólo una amabilidad por parte de quien la otorga, o un esfuerzo caritativo para que nos sintamos mejor.
- Hay otro que la merece más que nosotros y por eso no debemos aceptarla.
- Aceptar caricias es un rasgo de soberbia.
- Nos sentiremos molestos si las aceptamos.
- Nos conmoveremos en público y otros se sentirán incómodos.
- Las estamos aceptando con demasiada facilidad, y eso es signo de hambre y desesperación.
Es necesario comprender que las caricias a veces funcionan como el agua en una planta reseca. Al comienzo se queda en la superficie, pero en algún momento penetra en la tierra y alimenta a la planta. A veces hace falta regarla varias veces para lograr el efecto.
Las personas que tienen hambre de caricias son semejantes a las plantas resecas; por eso es importante que, mientras practica estos ejercicios, usted observe a las personas. A través d sus comportamientos, usted se dará cuenta de si las caricias son aceptadas o rechazadas. Una respiración profunda y una sonrisa acompañadas de rubor son los mejores signos de que una caricia ha sido escuchada y aceptada.
Rechazar las caricias no deseadas
Existen varios tipos de caricias no deseadas.
El ejemplo más evidente son las caricias sexuales cuando vienen de alguien en quien no estamos interesados. La mayor parte de las mujeres pueden atestiguar que es muy difícil rechazar las caricias sexuales no deseadas que proporcionan ciertos hombres. Una mujer puede ser incapaz de rechazar un comentario sexual porque siente que es grosero pedir al otro que se detenga. Aprender a rechazar las caricias no deseadas en este punto puede ser importante porque los avances pueden hacerse cada vez mayores y la situación cada vez más incómoda.
Si las caricias no deseadas avanzan demasiado, pueden tornarse nocivas.
Nuevamente, las caricias sexuales son un buen ejemplo. Cuando los adultos o niños mayores imponen caricias sexuales a niños o adolescentes, esas caricias son indiscutiblemente nocivas.
La curiosidad o la necesidad de atención pueden hacer que un niño aparentemente consienta en esas caricias sexuales, que más tarde causarán un daño emocional. Cuando enseñamos a los niños qué es el abuso, esencialmente les estamos enseñando a rechazar las caricias nocivas, y si es necesario, a apartarse y a denunciar a la persona que no sabe aceptar la negativa.
Hay otras caricias no deseadas que nos menos evidentes que las que hemos mencionado. No se trata de caricias siniestras. Son más bien caricias que tienden a limitarnos.
Por ejemplo, una mujer bella puede cansarse en algún momento de que se refieran a su hermosura. Cuando le ofrecen una caricia de este tipo, ella puede sentir que tiene una sola dimensión, y que la belleza es la única cosa que las personas aprecian en ella. Si ella piensa que el afecto de los demás sólo se basa en su hermosura, entonces seguramente sentirá que siempre debe estar jugando a ser bella.
En realidad, ella puede estar deseando que presten atención a sus ideas, a su trabajo o a su integridad. Con una buena educación emocional, ella aprenderá a decir:
“Lo lamento, pero últimamente siento que sólo me elogias por mi aspecto. Creo que dejas de lado otras cosas. Por ejemplo, me encantaría que me felicitaras por mi ascenso en el trabajo. Sin embargo, sé que no quieres ofenderme ni decepcionarme. ¿Podemos cambiar las cosas de ahora en adelante?”
De manera semejante, un hombre muy trabajador a quien elogian continuamente por su trabajo y su responsabilidad puede cansarse de tales halagos.
Tal vez a él le gustaría divertirse más y siente que tan sólo aprecian su voluntad de trabajo. Quizás él tiene otros talentos o cualidades admirables que siente que nadie nota, como por ejemplo ser apuesto, hablar bien o ser dulce con los niños.
Cuando las personas comienzan a no apreciar un elogio que les hacen frecuentemente, muchas veces es porque sienten que para que los aprecien deben representar siempre el mismo papel.
Por supuesto, puede resultar incómodo rechazar una caricia de este tipo, y hasta es posible que el hacerlo dañe una relación. Después de todo, cuando alguien nos hace un cumplido sincero, al menos espero que lo agradezcamos.
En estos casos es importante negarse cortésmente a recibir la caricia, explicar sinceramente por qué y decir qué se desea oír.
Separar el Trigo de la Paja
La tarea más difícil de esta proceso de las aceptar y rechazar caricias es separar las caricias deseadas de las no deseadas y las que son buenas de las que son nocivas.
Cuando parecemos no apreciar una caricia, debemos preguntarnos: “¿La estoy rechazando porque no es buena para mí o lo hago porque mi Padre Crítico no quiere que la acepte?”
Cuando decidimos que la caricia es buena y que la deseamos, debemos luchar contra nuestro Padre Crítico y aceptarla. Si consideramos que es nociva, podemos rechazarla.
Últimamente ha habido un movimiento social que ayuda las personas a rechazar las caricias no deseadas. Este es un cambio muy positivo que ayuda primordialmente a las mujeres y a los niños a protegerse del daño potencial de ciertas caricias.
El aspecto negativo de esta tendencia es que hemos construido más barreras contra todo tipo de caricias. Las personas temen que sus caricias sinceras puedan ser mal interpretadas y que los consideren estúpidos o que los acusen de acoso sexual.
Esta nueva fobia a las caricias se hace más evidente en las personas que trabajan con niños y que evitan toda clase de contacto físico con ellos, aunque se trate de un contacto totalmente inocuo. Este miedo al enjuiciamiento contribuye al adormecimiento emocional y desemboca en alienación social y depresión.
Por eso cada vez es más importante enseñar la diferencia entre las caricias que deseamos y son buenas y las que nos malas y deben ser rechazadas.
Avanzar a la siguiente lección: Acariciarnos a nosotros mismos